Conózcame

José Vicente del Valle Fayosplay_arrowlinkdownload

Nació, creció y se complicó la vida. Hubiera podido ser domador de erizos o coleccionista de corchos de cava, pero se le ocurrió estudiar informática. Concretamente, Ingeniería Informática, que es como informática pero con más siglas, más insomnio y menos vida social. Mientras otros niños jugaban al fútbol, él desfragmentaba discos duros. No por necesidad, sino por placer. Esto ya decía cosas sobre él. Cosas preocupantes.

Luego vino la fase de los másteres. Porque uno no se hace a sí mismo sin antes pasar por el proceso burocrático de certificarse. Y claro, ya que estaba metido hasta el cuello en la piscina del conocimiento, decidió tirarse de cabeza a por el doctorado. No por estatus. No por dinero. No por prestigio. Sino por la misma razón por la que alguien escala el Everest: porque estaba ahí. Porque nadie se lo prohibió. Porque la montaña del saber tiene un albergue con WiFi.

Yo

Ahora edita un diario digital y habla de software como si se tratara de una lengua muerta: con respeto, ironía y cierta nostalgia. Cree en el esfuerzo, en el código limpio y en comentar funciones para no maldecirse dentro de cinco años. No programa para ser admirado, sino para que el caos tenga al menos un par de llaves bien cerradas.

Le fascina la ciberseguridad, aunque no tanto como las excusas creativas de quienes usan "123456" como contraseña. Respeta las buenas prácticas como otros respetan a sus abuelos: con devoción y temor. Ama las caminatas largas, las fotos de árboles envueltos en niebla y el silencio que llega cuando algo se ha pensado hasta el último byte. A veces duerme. De lado.

Para él, la excelencia no es una meta, sino un camino lleno de caídas, compilaciones fallidas y reinicios forzosos. Cree que un buen programador no es quien lo sabe todo, sino quien sabe dónde buscar cuando no sabe nada. Y que un buen sistema debería seguir vivo cuando tú no estás, pero si estás, mejor. Y así pasa los días: entre líneas de código y líneas de texto, entre lo tangible y lo improbable. No para dejar impronta, sino para demostrar que alguien, en algún momento, intentó hacer las cosas bien... aunque nadie lo pidiera.

Si valoras su trabajo, patrocínalo en GitHub Sponsors.